sábado, 29 de agosto de 2009

LA CITA

Eran las siete de la mañana de un 14 de febrero y Claudia se preparaba para ir a su trabajo como cada mañana, aún tratándose de un día tan especial para ella en el que le ilusionada sorprender a su marido con una cena en señal de agradecimiento por todos esos años de convivencia que habían resultado los más intensos y especiales de toda su vida. Las nueve, era la hora escogida para celebrar el día de san Valentín, y a Claudia, empleada de una agencia de publicidad, le esperaba otro día duro de trabajo aunque lo tenía todo pensado para la ocasión; una cena de diseño con postre, un regalo especial y hasta la música preferida de su esposo que pusiera la sintonía idónea a esa cena tan añorada.
Casi transcurrida su jornada laboral y cuando se acercaba la hora de salir de su trabajo, su Jefe, le mandó realizar un informe que debía terminar antes de marcharse y que le ocuparía algo más de dos horas. Claudia, ansiosa por comprar todos los preparativos para la cena, intentó terminar la tarea encomendada sin esperar que un nuevo revés le obligara a quedarse para asistir a una reunión a la que le era imposible faltar.
Con los nervios crispados y a punto de dar las nueve menos cinco de la noche salió por fin de la oficina con el convencimiento de que aún no era demasiado tarde para llevar a cabo su plan, así que a toda velocidad tomo su coche y se encaminó al centro comercial para comprar aunque solo fuese el regalo para el día de los enamorados. Sin importarle para ello combatir con el frío y la lluvia de aquella noche de invierno, ni dejar el auto en doble fila antes de encontrarse con todas las tiendas cerradas a cal y canto.
La confusión le impedía pensar con claridad, pero tenía claro que parada ante aquellos enrejados escaparates no llegaría a solucionar el problema. Los minutos volaban y al llegar a recoger su vehículo, su cara de asombro se tiñó de desesperanza al contemplar que se lo había retirado la grúa por mal estacionamiento. Tomo aire, y registró su bolso en busca del teléfono para llamar a una amiga que viniese a recogerla , pero, la mala suerte se conjuraba de nuevo con ella al recordar que lo había olvidado en su trabajo al pasar los objetos metálicos por el escáner de seguridad ubicado a la salida. Entonces, pidió un taxi que le llevara a su casa desde una cabina, mientras que el reloj de la avenida marcaba las diez y media, y el día de san Valentín se convertía para ella, de la mañana a la noche, en el más amargo de su vida. Ni tenia cena, ni música, ni regalo y además era demasiado tarde para justificar el plantón que había dado a su esposo. Destrozada y triste, abrió la puerta de su casa y subió las escaleras que le conducían hasta su dormitorio con la mirada perdida en el abismo que suponía la frustración de haber faltado a una cita tan especial. Se quitó los zapatos y sin más se tumbó llorando desconsoladamente sobre su cama, cuando de repente, comenzó a sonar una música proveniente de la planta baja que hilvanaba los acordes de su canción favorita. Presurosamente bajó las escaleras, casi a trompicones, y se topó con un pequeño paquete envuelto en papel de regalo sobre la mesa del pasillo. Lo tomó entre sus manos temblorosas y se acercó a la velocidad de un rayo hasta la cocina, guiada por el soniquete del estribillo de aquella hermosa melodía. Allí le esperaba la cena de diseño con postre que le había preparado su marido, que además no era otro que su propio jefe y había conseguido adelantarse a la estrategia de su esposa.

3 comentarios:

Mary dijo...

Con un jefe asi renuevo el contrato de por vida...Javi lo hiciste genial,un poquito nervioso pero hasta tus nervios le daban encanto a la historia.

Un beso de tu catalana.

Javier Benitez dijo...

Aaaaay....!!! No me lo recuerdes, estaba nerviosisimo todavia lo pienso y sudo.La primera vez y la última,lo juro.

Catalana "te quiero".

mari dijo...

No jures, que es pecado...tu lo haras todas las veces que te lo propongas y los que sudaremos seremos los demas escuchandote ...¿TU ERES UN TIO?

Pues eso,que yo mas!!!!!